Otra vuelta a la Manzana. Polibio Díaz

JAIRO GUTIÉRREZ FEUT

Paraíso

         
Dicen que la ciudad de Nueva York (donde descubrí que era “blanco”
 solamente en mi país) es la más importante de las ciudades de República
Dominicana, por el alto porcentaje de dominicanos que allí viven y subsisten. [1]
Dominicano

Tenía 13 años cuando viajé a New York por primera vez. Visitaba Queens con mi primo cuando, al pasar por la Avenida Jamaica, el me comentó que desde esa calle hacia arriba vivían los blancos y hacia abajo los negros.
Para mí, que crecí como blanco en mi ciudad natal, Barahona, República Dominicana, tal información fue chocante y desde ese momento me empecé a enfrentar con una serie de preguntas con las que nunca había lidiado y con las cuales sigo lidiando todavía.
Cuando regresé a mi país todo me resultó diferente. Comencé a observar detalladamente el cabello, el color de la piel de mi padre, mi madre, mis primos, amigos, en fin, de todos los dominicanos. Fue entonces cuando me encontré con la realidad de que somos el producto de una mezcla racial, algo que muchos ignoraban, como en mi caso, y muchos otros simplemente no lo quieren reconocer.
Mi padre fue un mulato elegante que nunca se asoleó para así verse más blanco, irónicamente murió de cáncer en la piel. Mi madre es blanca y de ojos azules. Sentí, luego de mi experiencia en la Avenida Jamaica, que no era lo suficientemente blanco como para vivir en la parte de arriba, ni lo suficientemente negro para vivir en la de abajo. [2]  
Nacido en 1952 en República Dominicana, Polibio Díaz vive y trabaja en su país. Realizó estudios de fotografía en la Universidad de Texas A & M (Estados Unidos), donde se graduó de Ingeniero Civil. Actualmente es Embajador del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República Dominicana. En el aspecto pedagógico ha impartido clases de Fotografía Creativa en el Museo de Arte Moderno (MAM), y también a niños en algunos de los sectores menos favorecidos en el país.

Su producción artística ha sido exhibida en países de América, Europa y Asia, teniendo destacadas participaciones en las Bienales del Caribe, La Habana y Venecia, donde su obra ha sido premiada y avalada por la crítica internacional. Sus fotos fueron incluidas en 100 años de Fotografía, 1899-1999: Una visión personal del siglo XX, una exhibición organizada por el Museo Discovery, Bridgeport, Connecticut, EE.UU, 1999-2000.
Entre los grandes eventos en que su obra se ha expuesto está el Infinite Island: Contemporary Caribbean Art, en el Brooklyn Museum, Nueva York (2007); Arte Nuevo InteractivA 07, Bienal de la Nuevas Artes y Laboratorio Interdisciplinario Experimental, en Mérida, México; y el III Encuentro Mundial de Arte Urbano Arte Acción Plaza, homenaje a Edgardo Vigo, realizado en la plazoleta del Convento de los Dominicos, en la capital dominicana.
Su serie fotográfica Interiores, ganadora de la Bienal del Caribe, la instalación Entre el cielo y el infierno, así como los videos-performances PALAZZO y La isla del tesoro son hitos importantes dentro de su producción artística.  
La dominicanidad

Mi arte está orientada hacia mis compañeros dominicanos, para que nos reconozcamos y nos aceptemos como somos: La maravillosa y compleja mezcla de varias civilizaciones con sus distintas tonalidades de color reflejadas y proyectadas en la complejidad de nuestra piel y nuestra cultura. [3]
Haciendo de la negritud y el mulataje las bases de mi trabajo, y cuestionando los estereotipos artísticos greco-latinos en los cuales pretendemos basar nuestro concepto de belleza. [4]
Sus obras reflejan este ser nacionalizado bajo una misma bandera, desde la diversidad de otros tipos sociales, muchas veces ocultados por una imagen turística, pero que subsisten en la piel del pueblo. Las visiones más heterodoxas de su condición de persona, son asimiladas y manifestadas al destacar en un primer plano la condición de ser otro, que él torna entonces en protagonista. El otro es norma, el ser tercermundista, el vivir en una isla, a su vez dividida, que genera otro tipo de otredad. La visión de alguien más que está en el mismo lugar, marginalizado, y a su vez marginaliza. Es un juego en el que se dinamita la noción de una integridad nacional, de una totalidad, para asumir una fragmentación de la cultura en un cúmulo de saberes y experiencias diversas, que todas en un conjunto reflejan un concepto madre: el ser dominicano. La serie Interiores refleja, desde la sala misma de las casas –dígase la intimidad del pueblo, de las personas–, todas las formas de adornar sus vidas, de darle luz, riqueza o aires de abundancia, en un medio que refleja a todas luces escasez, humildad o pobreza. Exaspera en estas imágenes toda la cultura kitsch al maximizar repeticiones fragmentadas de partes de la casa, en una aparente visión de gran angular fotográfico.
Otras de sus series, Desnudos sorprendidos, presenta la subversión abierta de la imagen del sex symbol caribeño –el negro y el mulato– al exponerlo con una imagen de franca homosexualidad, según quien la observa. La ironía de descubrir algo que estaba oculto se muestra muy coherentemente desde la idea de la sorpresa, apuntada en el título.
El entorno ambiental también es tratado por Polibio desde la preocupación por su depauperación, como refleja la serie Áreas (des)protegidas, en la cual todo el tránsito común de la vida se muestra insensible ante las transformaciones que manifiesta el abandono y el maltrato de las playas, costas, y ríos.
Estamos pues, ante un creador que fondea los dramas de su nación con la mirada asombrada –no ingenua– de un niño que encuentra en cada cosa motivos de diálogo con los conceptos claves de su cultura y del ser humano, captados a través de su cámara, que ya no es ojo único, sino múltiple en el calidoscopio de sus montajes fotográficos.
Dominican York
En mi trabajo creo una analogía entre el Primer y Tercer mundo,
 entre blanco y negro, entre lo digital y lo análogo. [5]  
La serie fotográfica en cuestión es, dentro de la producción de Polibio, un caso excepcional, pues a diferencia de los interiores y los exteriores de su país natal, sale a buscar las vivencias de los que residen como dominicanos en Estado Unidos: aquellos que cargan con su cultura, para reproducirla o suplantarla en otro espacio que es distinto. La búsqueda de qué permanece de dominicano en estos individuos con una vida escindida en un antes y un después, y de sus hijos que heredan ese antes en la sangre y no en la experiencia personal.
El contrapunteo  más impresionante de esta serie, es el de los espacios, inmersos uno dentro de otros, como tiempos superpuestos que encarnan realidades simultáneas. Se muestra una forma de vida eminentemente dominicana, en un Nueva York ajeno a todo el recargamiento isleño, que tan cercano se nos hace a los cubanos. El replantearse una forma distinta de vivir, un reacomodo, comparado constantemente a lo que se esperaba alcanzar, manifestado en las imágenes de los locales o los posters, es también parte importante de lo que este conjunto fotográfico revela. Un presente fragmentado, caótico, lleno de esperanzas materializadas a medias. El ser inmigrante de clase baja en un espacio en el cual el sobrevivir obliga a reconcentrarse en “guetos” que intentan ser un soporte ante la posibilidad de verse solo en un espacio hostil. Esta ayuda se encuentra en un coterráneo, que muchas veces solo se nos muestra amistoso o familiar una vez fuera, donde las divisiones internas ya no importan, porque todos pasan a ser los otros, los foráneos.
Fotografías como Paradise que tienen su contrapartida en otra del mismo título pero en español Paraíso, reflejan, desde una contraposición de planos superiores e inferiores, cotidianidades distintas que coexisten en un mismo espacio. Un mundo al derecho y otro invertido, en el que por momentos se muestran la realidad del foráneo, y por momentos la realidad del autóctono. Este recurso de contraponer planos superiores e inferiores es muy utilizado en esta serie, sobre todo en espacios abiertos, creando una visión casi surrealista de un paisaje norteamericano. Fotos como 207 st. o Home son otros ejemplos en los que utiliza este recurso.
Otras imágenes, establecen un diálogo interno muy fuerte, a partir del montaje simple y descarnado sobre las condiciones de vida del dominicano en estos espacios y sus conflictos personales, que reflejan a la vez los dramas que enfrentan en su mayoría, estas personas, una vez en la Big Apple: desde el traumático viaje, plasmado en Nostalgia o en Ida o vuelta; la recreación de la forma de vida en dominicana (Estudio); las fotos de barberías; los reencuentros familiares (Reunificación familiar); hasta la forma de subsistir de muchos de ellos en La corte rosada o en Looking for the Rainbow, entre otras .
Sus fotografías, al ser aparentemente tan comunes, no cuentan con un estudio de iluminación ni de grandes planos impactantes, solo con una composición posterior en Photoshop, que el autor no realiza directamente, sino que encarga, y que parece tener tanta prisa que deja las costuras en el montaje; crean una fuerte sensación de realidad, de ahí el impacto que poseen, amplificado por la escala en que están impresas. Son imágenes tomadas aparentemente por un turista cualquiera, que establecen un diálogo intenso en su concentración al terminarse. Este sentido de realidad choca de tal forma que te impide pensar en elementos estéticos a primera vista, para concentrarte solo en la historia que narran esos montajes, en el conflicto de sus personajes. Inmersos en una vorágine de situaciones que se mueven desde la alegría aparente en los colores de los juguetes, posters, tiendas y bachatas, hasta el gris desespero de algún personaje hipnotizado en su venta de mercancías, atento a la casa de empeños, hablando con su padre dejado en Dominicana, o limpiando los baños del museo.
El abanico de situaciones que plasma Polibio en esta serie –al mismo tiempo que muestra a sus propios coterráneos la cara oscura de esta migración, las condiciones de vida de aquellos que se van, y las reales diferencias entre lo que se añora y lo que se alcanza–, muestra una Norteamérica no tan receptiva a los foráneos, una realidad que está bastante lejos de ser el American Way of Live. En fin, el anhelo que una vez estando en ese país sigue siendo lejano, en otra tierra que no parece pertenecer a los dominicanos, una manzana que por el otro lado nos muestra magulladuras y podredumbre.

[1] Declaraciones del artista sobre su obra Dominican York.

[2] Tomado de  http://www.polibiodiaz.com.do

[3] Ibídem.

[4] Ibídem.

[5] Ibídem.

 

Link Original:
Diario Libre