Polibio Díaz:

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Tenía 13 años cuando viajé a New York por primera vez. Visitaba Queens  con mi primo cuando, al pasar por la Avenida Jamaica, el me comentó que desde esa calle hacia arriba vivían los blancos y hacia abajo los negros.

 

Para mí, que crecí como “blanco” en mi ciudad natal, Barahona, República Dominicana, tal información fue chocante y desde ese momento me empecé a enfrentar con una serie de preguntas con las que nunca había lidiado y con las cuales sigo lidiando todavía. Cuando regresé a mi país todo me resultó diferente. Comencé a observar detalladamente el cabello, el color de la piel de mi padre, mi madre, mis primos, amigos, en fin, de todos los dominicanos. Fué entonces cuando me  encontré con la realidad de que somos el producto de una mezcla racial, algo que muchos  ignoraban, como en mi caso, y muchos otros simplemente no lo quieren reconocer.

Mi padre fue un mulato elegante que nunca se asoleó para así verse más blanco, irónicamente murió de cáncer en la piel. Mi madre es blanca y de ojos azules. Sentí, luego de mi experiencia en la Avenida Jamaica, que no era lo suficientemente blanco como para vivir en la parte de arriba, ni lo suficientemente negro para vivir en la de abajo.

Nadie puede salir de su casa sin verse a sí mismo en el espejo y reconocer quién realmente es, descubrir  todo lo bello que hay en sí. Siendo esto lo que origina el motivo principal de mí trabajo artístico.

Los dominicanos nos consideramos blancos y sólo vemos negros a los haitianos. Debe recordarse que nuestra lucha por la Independencia fue contra Haití y no contra España. Utilizo mi cámara mis performance e instalacionescomo herramientas para comunicar mi declaración artística, orientado principalmente a mis compatriotas, para que podamos vernos tal y como somos.

¿Cómo he manejado este reto cultural?

Haciendo de la negritud y el mulataje las bases de mi trabajo, y cuestionando los estereotipos artísticos Greco-Latinos en los cuales pretendemos basar nuestro concepto de belleza. Doy un ejemplo:

La Catedral Católica Dominicana es la primera en toda América y símbolo de nuestra  herencia hispánica, de la colonización universal. Fotografié el reflejo de la Catedral a través de la vitrina de un viejo cinema que se encontraba en frente; en adición, el reflejo de una mulata, algunos pregoneros, automóviles y los cables eléctricos de la calle, todo en la misma toma, y, por tanto, “desacralicé” o trastorné el simbolismo sagrado de la Catedral y su asociación con el componente blanco de nuestra sociedad, a esta serie le llamé “Catedral Santa María de la Encarnación 6 AM - 6 PM”.

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Catedral Santa María de la Encarnación 6 AM - 6 PM”.1980

Actualmente he desnudado al mulato dominicano en medio de la calle. Desde allí me he colado en sus hogares, con o sin habitantes, en una serie fotográfica llamada “Interiores”.

¿Cómo he desarrollado estos ensamblajes fotográficos?

Seduciendo a mis personajes y convenciéndolos de que me permitan sumergirme en su intimidad. Entro a sus hogares, tomo una secuencia de fotos, luego armo el rompecabezas con una dos tres, o hasta seis fotos, creando una nueva imagen; Ensamblo estas imágenes y las amplío para obtener como resultado final lo que  mostraré al público.

En mi trabajo creo una analogía entre el “Primer” y “Tercer” mundo, entre blanco y negro, entre lo digital y lo análogo.

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Exposition KREYOL FACTORY - Grande halle Villette © William Beaucardet

Con mi Video-performance desarrollo el concepto partiendo de la creencia  de que si un hombre blanco (extranjero) decide crear una isla artificial frente a nuestro Malecón en la parte colonial de Santo Domingo, nos comportaremos como los nativos estupefactos al ver por primera al hombre blanco.

En mi foto-video-performance: “La Isla del Tesoro”, mi enfoque fue directo, frontal, sin mediaciones, porque arte es un lenguaje que expresa lo que el artista quiere comunicar según el alcance de su visión.

Mi arte está orientada hacia mis compañeros dominicanos, para que nos reconozcamos y nos aceptemos como somos: La maravillosa y compleja mezcla de varias civilizaciones con sus distintas tonalidades de color reflejadas y proyectadas en la complejidad de nuestra piel y nuestra cultura.

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Fotografía © Patricia Pou