Pasajes de Paris

Dedicatoria

Recuerdo cómo de niño mi padre Polibio me recitaba pasajes de Edgar Alan Poe, a Oscar Wilde. También me leía sus citas y me hablaba de un paisaje de ensueño, cuya geografía comprendía unos Champs Elysees, la Torre Eiffel, un Arc du Thriumphe, un Víctor Hugo, un rio Sena, en fin, una Ciudad Luz.

Polibio Diaz

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Polibio Díaz.
Pasajes de París

Es invierno y el fotógrafo Polibio Díaz recorre las calles de París. Aparentemente, no busca nada, se detiene en los escaparates, recupera algunas miradas perdidas en el mar de turistas que pueblan la ciudad pese a las inclemencias del tiempo. Su mirada es la del contemplador desapasionado, pero también la del arqueólogo que desentierra una tras otra todas las capas de la ciudad, que examina con disimulo pero con extrema curiosidad el amontonamiento de referentes, la acumulación de significados que hacen que París sea, simplemente, París.

Desde luego, Díaz no es el primero en buscar el espíritu de la ciudad en sus detalles; muchos antes de él le precedieron. Le inspira la misma voluntad que dominó a Baudelaire y que dio origen a los pasajes de Walter Benjamin. En este caso, el artista parece querer trasladar los postulados de La obra de arte en su época de reproductibilidad técnica a la realidad parisina más inmediata, añadiendo un detalle nimio y a la vez fundamental: lo caribeño.

En efecto, la mirada del artista ha ganado experiencia en otro universo tan simbólico y tan cargado de imágenes como es el de la realidad dominicana actual, donde proliferan por doquier elementos que parecen contestar a cualquier intento de establecer cierto orden en la actividad de la ciudad. Ahora, Díaz ha sustituido los puestos de comida ambulante por los bouquets de flores, la aglomeración de las calles del centro de Santo Domingo por el fluir continuo de los millones de visitantes de la ciudad. Como si de un flâneur se tratase, Polibio Díaz explora la relación entre los tesoros de la cultura presentes en París y el día a día de sus transeúntes, confronta la solemnidad del lienzo con la de la marquesina, y reflexiona sobre la última versión de la Mona Lisa vendida a euro setenta (uno y medio si compras cuatro).

Pero los pasajes de Díaz no deambulan únicamente lo geográfico (de París a Santo Domingo, de Santo Domingo a París, del metro al museo, del museo a la tienda, de la tienda a la calle), sino que recorren los diferentes tiempos acumulados en París, y lo hacen, no podía ser de otro modo, de manera caótica, azarosa, estableciendo un juego continuo entre realidad y ficción, entre original y copia. El artista procede, de nuevo, a la manera de un curioso que examina la acumulación de reliquias del pasado buscando un tesoro que, sin embargo, no expresa su valor ni por su antigüedad ni por su singularidad, sino por su idoneidad estética, por su belleza desprovista de finalidad evidente.
De vuelta al Caribe, el fotógrafo ha aprehendido la ciudad, ha obtenido su verdad, y lo ha hecho a partir de lo cotidiano. Pudiera pensarse que se trata de otra experiencia más fruto de la fascinación que la Ciudad Eterna ejerce en el continente americano; sin embargo, en este caso es diferente; y lo es, en definitiva, por la cualidad principal de los elementos que componen los pasajes de Polibio Díaz: la búsqueda de la belleza en lo igual, en lo repetido, en lo barroco. No podía ser de otro modo, viniendo de donde viene.


Carlos Garrido Castellano
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El París de Polibio Díaz

veo un nuevo París reflejado en tus ojos, Polibio

la ciudad colorida y alegre y múltipla
que sus collages cotidianos permiten entrever
al caminar a orillas del Sena
o por los Campos Elíseos y la Plaza de la Estrella

estas danzas de imágenes espontáneas y complejas
que sólo una gran ciudad puede ordenar en calles
y esquinas, que sólo la mirada de un inmenso artista sabe
construir en fotos mentales transportadas al papel
como un gesto mágico y exacto
de un poeta inquieto que busca le mot juste

Mallarmé y Baudelaire viven en tus fotos, Polibio
porque todos los grandes -también Miguel Ángel-
quieren vivir en imágenes

me lo han dicho, esta noche en sueños
que sí quieren habitar este mundo eterno
de pasajes de París

Cristiane Grando
Santo Domingo, 4 de noviembre de 2010